Autor: Jaime Parra Gallardo
Ese ciudadano común y corriente, que vive en una sociedad “occidentalizada”, con instituciones estatales, ciertos protocolos, en libre mercado, votaciones regulares, que se desenvuelve en un mundo parcialmente tecnológico, que más o menos puede llegar a fin de mes sin grandes sobresaltos, no se reconoce a sí mismo como un esclavo. ¿Por qué tendría que hacerlo? Vive en un país consolidado, con separación de poderes, con fronteras, ejercito, bandera, escudo e himno nacional, una constitución, medios de comunicación, libertad de culto, propiedad privada y libre elección…
¿Y si lo anteriormente señalado solo fuera una superestructura destinada a enmascarar un fenómeno de neocolonialismo que subyace en la base y que al final de cuentas, se traduce en trabajo esclavo y por consiguiente en una sociedad esclavizada?
En la película de Matrix de 1999 se plantea algo similar, una estructura de sociedad que solo es una escenografía que intenta ocultar la realidad que subyace detrás de escena y en donde las máquinas, para su provecho, controlan toda la pseudo realidad que las personas perciben y utilizan a estas últimas como fuente de energía. En un punto central hay que tomar una decisión, elegir entre una pastilla azul, que le permitirá al protagonista seguir viviendo esa irrealidad y no hacerse problemas, o elegir la pastilla roja, que lo ayudará a develar esa realidad oculta. Pero esto último tiene un costo, una vez develada esa verdad, del mundo real en el que vive, no habrá vuelta atrás, será una realidad de la cual no podrá escapar, porque no podemos escapar de lo real una vez conocido.
Un país es soberano en tanto y en cuanto pueda funcionar y ordenarse bajo la premisa de un orden legal establecido a partir de la formulación de ciertas leyes matrices, en las cuales el pueblo ha participado y por ende está de acuerdo en su gran mayoría. Este compendio de leyes matrices se denomina comúnmente Constitución de la República. Bueno, en Chile desde 1828, no ha sido así. Todas las constituciones a partir de esa fecha, solo las ha redactado un pequeño grupo de personas ligadas al poder dominante en su época. Esto implica que la gran mayoría de la población se rige por una Constitución de la cual no ha participado (y que además desconoce) y considerando que la clase dominante siempre ha sido la que controla el poder económico, político o militar según sea el caso, o todas las anteriores al mismo tiempo, como hoy en día, se da la paradoja de que una clase social dicta y modifica las leyes a su conveniencia en desmedro de las otras clases. Si añadimos a esto un contexto geopolítico en el cual nuestro país es un proveedor de grandes recursos naturales vitales para el desarrollo de los imperios a través del tiempo, tenemos además que esa clase gobernante (gobernante en el sentido de ostentar todo el poder), se vincula a esos poderes externos de forma servil para mantener su posición de dominio dentro del país y obtener gratificación por su rol de parte de los imperios.
Para que este sistema se mantenga en el tiempo y las personas no reaccionen frente a los abusos, se crea un sistema judicial, partidos políticos y medios de comunicación, como instrumentos de conexión entre el sentir y los anhelos del pueblo como masa y los órganos de poder creados por las elites. Estos cumplen la misión de mostrar un país democrático, con elecciones periódicas, cambios de gobiernos regulares, y un sistema judicial que más o menos funciona. Por otro lado, los medios de comunicación (que no se insertan en el nicho de negocio del periodismo sino en el de la implantación de ideas), tienen la misión de ocultar las grandes verdades de la realidad y colonizar el pensamiento de la masa con las ideas que el poder quiere implantar y luego distraer, anular, tergiversar, según corresponda, para aparentar una cierta independencia editorial y sutilmente hacerse cercano al ciudadano común para ganar su confianza.
Esta idea de colonizar países a partir de la vinculación de las grandes potencias imperiales con las elites locales se da como evolución del colonialismo tradicional, debido a que es inviable mantener fuerzas armadas coloniales en cada país que se desee invadir y someter. Conlleva menos esfuerzo humano y económico y le permite a las potencias extrajeras gobernar en las sombras.
Bajo este prisma analicemos la historia reciente del país. El Golpe de Estado de 1973 en Chile es la fórmula que utiliza el Gobierno de EE.UU. (con la cooperación vasalla de militares, civiles, partidos políticos y algunas figuras políticas de gobiernos anteriores), para poner fin a un proceso embrionario de real independencia nacional. Una vez nacionalizados los recursos del cobre y algunas empresas de carácter estratégico para el funcionamiento del país por el gobierno de Salvador Allende, se pone en marcha un complot para mantener el carácter neocolonial y de dependencia de nuestro país frente a la potencia occidental gestora del golpe. Y es importante hacer notar que cuando una potencia da un golpe de estado, no es para cambiar al presidente solamente y luego irse del país en cuestión. Un golpe se da para reafirmar la presencia colonial, supervigilar los procesos futuros, incidir en los planos políticos, sociales, financieros y de todo orden, controlar mediante servicios de inteligencia y armados, cualquier atisbo de insurgencia, cerrar la prensa libre e independiente y por, sobre todo, eliminar los liderazgos anteriores. Luego, establecer una constitución política a la medida del imperio, precarizando lo social porque entiende que un ciudadano sano, educado, culto, con estabilidad laboral y bien informado es su potencial enemigo. Y evidentemente, privilegiando a los cómplices del golpe en todas las áreas de acción, como, por ejemplo, a las empresas nacionales, transnacionales, los militares, los jueces, los partidos políticos y hasta el mismo Poder Ejecutivo, para que haga exactamente lo que necesita este supra poder extranjero.
Entonces, tenemos a un ciudadano común y corriente que no se siente esclavo, porque desconoce la historia y los procesos que están involucrados en su diario vivir. Cree que la independencia del país se consiguió un 18 de septiembre de 1810, como si los procesos coloniales hubieran terminado ahí y no hubieran continuado luego con Inglaterra y actualmente con EE.UU. Acata un legajo de leyes sin cuestionar o en el mejor de los casos, dubitativo. Vota por los candidatos de los partidos políticos y luego esos cargos electos, responden a una comisión dentro de esos partidos que les dicta cómo votar y qué hacer en el Congreso y esa comisión, está compuesta por personas que nadie conoce ni eligió. Le quitan el fruto de su esfuerzo al trabajador con el engaño de que es un fondo de pensiones para su vejez, cuando el dinero del estado es el que financia el 88 % de las pensiones que se pagan actualmente y los dineros del fondo de pensiones se utiliza realmente para financiar a las grandes empresas y los bancos. Esos mismos bancos que le cobran altos intereses al usuario al pedir un préstamo o crédito de consumo. Privatizan la educación, la salud, y el acceso a la vivienda para que el ciudadano se encuentre totalmente endeudado y obligado, por ende, a sumergirse en un mercado laboral cada vez más precario y con más exigencias, situación que le impide renunciar cuando quisiera y prefiere soportar entornos laborales abusivos, horarios extendidos, malos tratos y montón de etcéteras, con tal de poder pagar la cuota correspondiente a fin de mes. Y como guinda de la torta tenemos actualmente develado el proceso de elección de altos jueces de la corte suprema que brindan impunidad al mejor postor, todo esto, a raíz del Caso de Luis Hermosilla. Los entretelones de este caso de corrupción, nos devela y explica como obtienen la impunidad los violadores de derechos humanos, entre otros delincuentes y por qué se percibe que la justicia se aplica de un modo severo a las clases bajas y con guante de seda a los ladrones, criminales, estafadores, corruptos y corruptores de la clase alta. Es así, porque el sistema instaurado a través del golpe de estado de 1973 depende de la corrupción para funcionar, porque a pesar de todo, aún queda gente honesta que puede de alguna u otra forma perjudicar los intereses económicos, neocoloniales y/o políticos de quienes manejan los hilos dentro y fuera del país y éstos últimos deben ser necesariamente una minoría en todos los espacios. Es así que se han develado los casos más connotados de corrupción en el país, salvo algunas excepciones, en los que fueron los propios cómplices de delitos los que descontentos con sus prebendas abrieron la boca.
La situación más clara de una sociedad esclavizada es observar los procesos que tienen que ver con los impuestos que todos pagamos y la reacción del estado. ¿Por qué se le perdona el pago de impuestos y multas a las grandes empresas? ¿Por qué cuando la corte suprema falla en contra de las Isapres por cobros ilegales, se levanta un proyecto de ley que prácticamente retrotrae la sentencia de la corte? La respuesta es sencilla, porque los que están obligados a pagar impuestos sin excepción son la gente común y corriente. Luego, con los dineros de esos impuestos se hace funcionar al país, pero ante cualquier cambio en los indicadores macroeconómicos el gobierno recorta el gasto en ítems de índole social, precarizando el empleo, desabasteciendo hospitales, restringiendo las ayudas a los más necesitados. Sin embargo, esa clase que también es oprimida por el estado no repara en este hecho. Trabajan 19% del año para ese estado, que compra material militar para contener sus protestas, que les dispara a la cara, que los gasea y los moja, que los encarcela sin pruebas o con montajes, que los desaparece. Que finalmente los trata como se trataban a los esclavos provenientes de África, como objetos.
Todo lo anterior no hace referencia al por qué se da la condición neocolonial. Chile es de los países más ricos en recursos naturales del mundo. Tiene las mayores reservas de cobre mundial, casi un tercio de las reservas de litio, más de 4.300 km de línea de costa para la explotación marítima… pero todo está privatizado, nos pertenece, pero no podemos gozar de los beneficios de su explotación. ¿Por qué? Porque quienes nos gobiernan (dentro y fuera del país) tienen parte de la exportación de esos recursos en sus manos y controlan, como ya vimos, al estado y todas sus instituciones y reparticiones, partidos políticos, fuerzas armadas, servicios de inteligencia y los medios de comunicación, justamente para que quitemos la vista de esta enorme fuente de riqueza, que nos permitiría surgir como el país rico que somos.
La primera tarea para terminar con este modelo de explotación neocolonial y esclavitud moderna es tomar conciencia de cómo se es percibido por la clase dominante antes expuesta, como esclavo. Luego de entender y asimilar esta trágica realidad, no queda más que la unión de los esclavos para llevar adelante un proceso trasformador, que restaure su libertad.
El desafío es tomar esa pastilla roja y desmontar esta pseudo realidad de libertad y democracia en la que nos fuerzan a creer.